En un estudio reciente, liderado por la Universidad de Birmingham, se ha revelado una crisis silenciosa, pero devastadora: desde que los humanos empezaron a tener un impacto significativo en la biodiversidad hace 130.000 años, al menos 610 especies de aves han desaparecido, en su mayoría debido a actividades humanas. Las proyecciones son alarmantes, ya que, si no se toman medidas efectivas, otras 1.305 especies podrían extinguirse en los próximos dos siglos, lo que duplicaría las extinciones ya ocurridas.
Más allá del número de especies extintas, lo que preocupa a los investigadores es el impacto funcional que estas pérdidas tienen en los ecosistemas. Cada ave que desaparece se lleva consigo un rol importante en la naturaleza.
Por ejemplo, algunas aves controlan plagas al consumir insectos, otras son esenciales para la polinización, como los "pájaros de la miel" en Hawái, o ayudan a reciclar nutrientes, como el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), que se alimenta de restos de huesos.
La desaparición de estas funciones afecta gravemente el equilibrio de los ecosistemas, y ya se ha perdido un 20 % de la diversidad funcional a nivel global. Se prevé que esta cifra aumente un 7 % en los próximos 200 años.
El caso del dodo (Raphus cucullatus) es un ejemplo trágico de cómo la extinción de una especie puede alterar el ecosistema. El dodo, que vivía en la isla de Mauricio, era un dispersor clave de semillas de frutas grandes, una función que pocas aves podían reemplazar. En la actualidad, especies como el quebrantahuesos, que se enfrenta a amenazas en ciertas regiones como Cataluña, corren el riesgo de desaparecer, afectando la manera en que los nutrientes se reciclan en sus hábitats.
Otro hallazgo relevante del estudio es que un 5 % de los linajes de aves —especies que comparten un antepasado común— ya han desaparecido, lo que equivale a perder 3.000 millones de años de historia evolutiva en tan solo unos siglos. Ejemplos de linajes extintos incluyen las aves elefante (Aepyornithiformes), que llegaban a medir hasta tres metros, y las moas (Dinornithiformes), grandes herbívoros que habitaban Nueva Zelanda. Se teme que un 3 % adicional de estos linajes desaparezca en el futuro, lo que representa una pérdida irreversible para la biodiversidad.
El estudio también destaca que las islas son los puntos más críticos de extinción. Un 80 % de las especies de aves extintas eran insulares, lo que ha llevado a una pérdida del 31 % de la diversidad funcional en estos ecosistemas. Este fenómeno se debe, en gran medida, a que las especies insulares son especialmente vulnerables a las especies invasoras y a los depredadores introducidos, como los gatos.
Para obtener estos resultados, los científicos analizaron la pérdida de diversidad de aves en tres períodos clave: desde hace 130.000 años, desde 1500 —fecha en que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) comenzó a contabilizar las extinciones—, y los próximos 200 años. Utilizando datos de museos que albergan especímenes extintos y modelos matemáticos, los investigadores fueron capaces de proyectar tanto el pasado como el futuro de la extinción de aves.
Tom Matthews, investigador de la Universidad de Birmingham, subraya la importancia de este estudio al recordar que la crisis de extinción actual no solo implica la pérdida de especies, sino también la desaparición de funciones ecológicas clave y linajes evolutivos únicos. Comprender el impacto de estas extinciones pasadas es crucial para mejorar las estrategias de conservación y restauración en el futuro.
MVZ ESPECIALISTA ELSA DIÉGUEZ B.
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