El desastre nuclear de Chernóbil ocurrió el 26 de abril de 1986 en la planta de Vladímir Ilich Lenin, ubicada cerca de la ciudad de Pripyat, en la antigua Unión Soviética (ahora Ucrania). Explotó durante una prueba nuclear debido a una falla en el reactor número 4 de la planta, liberando material tóxico en el ambiente.
Este evento se produjo debido a varios factores, incluyendo: el diseño defectuoso del reactor RBMK, errores humanos durante el experimento y una serie de decisiones operativas deficientes. La explosión liberó una cantidad masiva de material radiactivo, incluyendo isótopos altamente peligrosos como el cesio-137 y el estroncio-90, que contaminaron vastas áreas de Ucrania, Bielorrusia, Rusia y partes de Europa occidental.
El desastre tuvo consecuencias devastadoras para la salud y el medio ambiente. Murieron directamente al menos 30 personas, principalmente trabajadores de la planta y bomberos, debido a la exposición a altos niveles de radiación durante los primeros días después del accidente. Además, miles de personas resultaron afectadas por enfermedades relacionadas con la radiación, como cáncer, y se estima que hubo cientos de miles de casos de cáncer de tiroides en la región.
Para contener la radiación, se construyó un sarcófago de concreto que se colocó sobre el reactor dañado, conocido como el "Sarcófago de Chernóbil". Sin embargo, con el tiempo, se determinó que esta estructura era inadecuada para contener completamente la radiación, lo que llevó al inicio de un proyecto para construir un nuevo sarcófago, conocido como el "Nuevo Confinamiento Seguro", que se completó en 2016.
El desastre de Chernóbil ha dejado un legado duradero en términos de su impacto en la seguridad nuclear, el medio ambiente y la salud pública. Este suceso ha generado importantes debates sobre la energía nuclear y sus riesgos, así como sobre la transparencia y la responsabilidad en la gestión de instalaciones nucleares.
MVZ Esp.Elsa Diéguez B.